domingo, 6 de septiembre de 2009

De la relación entre pedagogía y filosofía.


Pedagogía trata de la enseñanza y con ello deben de ver todos aquellos que se digan maestros. No en el término de los títulos, sino referido al arte de enseñar.
Y conste que no estoy hablando de la didáctica, porque esta se avoca sólo a específicas estrategias para impartir un tema determinado. Pero la pedagogía no se queda en eso. Profundiza en la teoría y en la práctica de enseñar y aprender.
Por eso también requiere tener una idea de lo que implica la relación entre quien enseña y el que aprende. Ya no se trata, ahora, de concebir al alumno y al maestro como sujetos con un mismo nivel de desarrollo cognoscitivo, psicológico y afectivo. Sino que, además, cada uno debe entender que cada sujeto es capaz de construir su propio conocimiento, ¿Pero en efecto, lo es, lo puede ser? ¿O es solamente una visión teórica de Piaget, sin que hasta la fecha haya dado resultado? Puesto que cierto es, los programas que rigen a la educación en nuestro país, si bien tienen ese perfil, los maestros no lo tienen, a veces ni siquiera en la propia teoría.
La pedagogía trata de conducir al sujeto en el proceso de aprendizaje. Por eso quien enseña tiene que ser un excelente profesor, pedagogo, conductor, facilitador, coordinador, o como las corrientes pedagógicas quieran nombrarlo.
Pero en México, la gran mayoría que se ocupa de enseñar, sea el nivel básico de las primeras letras o de preescolar, sea del nivel que fuere, carecen de un proceso formativo en el análisis de los problemas de la pedagogía, de sus estrategias y técnicas, de la sicología de los sujetos que aprenden, de los propios traumas de quienes se autonombran profesores.
En la vida cotidiana de cada escuela hay uno que se hizo profesor porque no había otra actividad a qué dedicarse, o porque la oportunidad se le presentó para heredar la plaza de su padre, de su tío o simplemente la pudo adquirir en la cuota módica de 200 mil pesos.

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